La Unión Europea (UE) se ha comprometido a reducir las emisiones de CO₂ en un 55 % para 2030, en comparación con los niveles de 1990. Por ello, se propone aumentar la generación eléctrica a través de energías renovables en un 40 %. Además, se prevé una creciente electrificación del consumo energético, asociada al auge del vehículo eléctrico, al incremento de la demanda de aire acondicionado y a la conversión de procesos térmicos a eléctricos, como la calefacción mediante bombas de calor o procesos industriales.

Todo esto forma parte de la respuesta a la emergencia climática, que ya es evidente a nivel global. Sin embargo, hasta hace relativamente poco, nos hemos centrado solo en una parte de esta respuesta: la generación de electricidad. Hoy en día, se ha reconocido el papel crucial de otras dos áreas: las redes eléctricas y la demanda.

Estas dos áreas están interrelacionadas. Las redes eléctricas requieren un equilibrio entre la demanda y la generación para garantizar un suministro fiable y de calidad. Además, la ubicación distribuida de las nuevas fuentes de generación, desde nuestros tejados hasta plantas renovables pequeñas y medianas en todo el territorio, plantea nuevos retos para las redes eléctricas, incluso para las más avanzadas.

Y aquí es donde la demanda tiene mucho que aportar, especialmente en lo que respecta a la flexibilidad de la demanda. ¿Por qué es ahora relevante este tema, que lleva tiempo en discusión? Porque tenemos sobre la mesa el borrador del Real Decreto que aprueba el Reglamento General de Suministro y Contratación, estableciendo las condiciones para la comercialización, agregación y protección del consumidor de energía eléctrica. Es decir, una ley que cambiará la forma en que consumimos energía y, sobre todo, cómo podemos obtener beneficios de nuestro consumo energético.

Flexibilidad de la demanda: un concepto clave

La flexibilidad de la demanda es la capacidad de los clientes para modificar sus patrones de consumo y generación en respuesta a señales externas, representando un elemento crucial para alcanzar los objetivos de descarbonización.

Sin embargo, el despliegue masivo de la flexibilidad de la demanda todavía enfrenta muchas barreras, principalmente debido al retraso en la implementación por parte de los Estados miembros de la normativa europea y el nuevo diseño de los mercados energéticos.

El estudio de SmartEn (2023) sobre el potencial de la flexibilidad en 2030 estima un total de 164 GW de flexibilidad disponible, con una activación (es decir, el uso de esa flexibilidad) de 390 TWh. Esta flexibilidad permitirá evitar un 61 % de recortes en energías renovables, aprovechando al máximo la energía ya generada y mejorando el retorno económico de estas inversiones. Además, se estima un ahorro de 4,5 mil millones de euros respecto a un escenario sin flexibilidad de la demanda. En cuanto a las redes, se ahorrarían entre 11 y 29 mil millones de euros en la inversión necesaria para redes de distribución de media y baja tensión.

Agregador de demanda: un nuevo agente en el sector

Para que la transición energética logre sus objetivos y podamos tener un sistema energético 100 % basado en fuentes renovables, es necesario que la demanda active su flexibilidad, cambie sus patrones de consumo y ayude al sistema.

Esto no es nuevo; la red siempre ha necesitado flexibilidad y la ha solicitado (y remunerado) a los generadores. Por ejemplo, cuando se produce un desequilibrio en la red por cualquier motivo, el operador de la red pide al generador que ajuste su nivel de generación y le paga por ese cambio, por haber alterado su planificación. En 2023, se generaron 1.590 millones de euros en servicios de flexibilidad en la red eléctrica, monetizando 12.605 GWh de energía.

¿Cuál es el gran cambio? Que ahora los generadores renovables no pueden ajustar su generación. No pueden generar más de lo que permite el sol o el viento, y reducir la generación significa recortar energía renovable, lo que no es una solución ideal. Por lo tanto, la flexibilidad de la demanda debe ofrecer este servicio, para mantener la estabilidad de la red mientras se maximiza el consumo de energía renovable.

Incorporar esta flexibilidad en el sistema plantea un desafío aún mayor. Debemos lograr, mediante el ajuste del consumo, un impacto equivalente al de una central de ciclo combinado que modifique su producción. Para ello, es necesario agrupar y gestionar de manera coordinada a un gran número de consumidores. Aquí es donde entra en juego el nuevo agente del mercado: el agregador de demanda.

El agregador es un intermediario entre los consumidores flexibles, los mercados energéticos y las redes eléctricas. Es responsable de prever cuándo se puede modificar el consumo de sus clientes, es decir, cuánta flexibilidad tiene disponible, ofrecerla al sistema y gestionarla de manera segura y eficiente cuando sea necesaria.

Desde la perspectiva del sistema, y dado el impacto que supone integrar la flexibilidad de muchos recursos distribuidos, se han establecido restricciones sobre quién y cómo puede participar en estos servicios. Sin embargo, los países vecinos ya han demostrado que incluso los consumidores domésticos pueden participar de manera agregada en los servicios de flexibilidad. Por ejemplo, en Francia, 200.000 clientes domésticos ya están participando con la flexibilidad de sus termostatos en los mercados energéticos, recibiendo ingresos a cambio. Por tanto, no debemos temer este reto; es posible desde el punto de vista tecnológico y regulatorio, como lo han demostrado países como Francia, Reino Unido, Bélgica y muchos otros, sin poner en riesgo el sistema ni las redes.

El agregador independiente y sus implicaciones

Desde 2021, en España existe la figura del agregador, pero solo pueden actuar como tal las comercializadoras de energía. Por lo tanto, si quiero participar como consumidora, debo acudir a mi comercializadora y preguntar si ofrecen este servicio; de lo contrario, no puedo participar en los mercados sin cambiar de comercializadora.

El nuevo borrador del Reglamento General de Suministro y Contratación establece las bases para que esto cambie, tal como ya ocurre en la mayoría de los países europeos y como exige la Comisión Europea. La introducción del agregador independiente permitirá separar las actividades de comercialización de energía de las de comercialización de la flexibilidad, de modo que podremos ofrecer nuestra flexibilidad a nuevas empresas que se centren exclusivamente en este aspecto. Las comercializadoras también podrán seguir ofreciendo este servicio a sus clientes y a otros. Este cambio nos afectará a todos, pero abrirá el mercado a una mayor competencia, incentivando la monetización de nuestra flexibilidad y transformando el sistema energético. Involucrar a la demanda acelerará la transición energética, situando al ciudadano en el centro del sistema.

Bamboo Energy lleva cuatro años ofreciendo una solución para gestionar de forma eficiente, escalable y segura la flexibilidad de la demanda a través de agregadores independientes y comercializadoras.